Hoy en día el dicho más generalizado, es el de la pérdida de
valores morales y éticos en nuestra sociedad española, que debido a ello, está
sufriendo una profunda decadencia en las relaciones interpersonales entre sus
miembros.
Desgraciadamente, la Sociedad no muestra ningún deseo de revertir
la progresiva decadencia personal que se está produciendo como consecuencia de
la total devaluación de su mayor “activo”: la palabra.
En los inicios de la etapa democrática, la Sociedad partía con
unos principios éticos y morales inmejorables, producto de las enseñanzas que
nos habían dado nuestros mayores, pero desgraciadamente estos principios se han
difuminado como consecuencia del maná económico que acompañó a la aprobación de
la Constitución.
Con el paso del tiempo, la situación se desmadraba cada vez más,
teniendo como valor supremo el obtener el máximo dinero posible.
La mayoría de los jóvenes incorporados al mercado laboral, especialmente los que trabajaban en el sector de la venta de servicios, soñaban con ser un “yuppy”, semejante a un joven banquero de pelo muy engominado, símbolo del éxito profesional de la época.
La mayoría de los jóvenes incorporados al mercado laboral, especialmente los que trabajaban en el sector de la venta de servicios, soñaban con ser un “yuppy”, semejante a un joven banquero de pelo muy engominado, símbolo del éxito profesional de la época.
La evidencia más notaria de la importancia del dinero, era la transformación del lenguaje en las cuestiones
profesionales y se pasó de “tener reuniones para resolución de expedientes”, a otra más comercial con mayoar enjundia “reunirse
para despachar expedientes sin resolver”…
Y todo el mundo, tanto en la vida política como en la vida civil-económica,
aprendió a hacer un uso demagógico de los términos en el lenguaje cotidiano, según el interés
particular de la ocasión: (Yo o Nosotros); (Mí o Nuestro);
(Mío, Tuyo o Suyo), siendo siempre los demás los responsables de los desacuerdos
o desavenencias.
La realidad de hoy en día, es que no se quiere aceptar ni
reconocer con total claridad y rotundidad, que nos hemos convertido en una
sociedad mentirosa, porque siempre, siempre, siempre, expresamos que quien
miente es la otra parte, y nosotros siempre
decimos la verdad.
Y una Sociedad, en la que todos sus miembros han devaluado tantísimo
su palabra, que en cualquier discrepancia se llaman mentirosos unos a otros (al
decirse que mienten o que lo dicho es mentira), que valoración puede tener el respeto,
la educación, la buena conducta, etc.
Empieza a revalorizar tu palabra, sin preocuparte que hace el/la de al
lado.
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