Un “virus” que ha infectado
a la mayoría de los ordenadores cerebrales personales de los miembros de mi sociedad
española, es el de la pereza.
La pereza consiste en un abandonar las obras buenas por el
esfuerzo que supone llevarlas a cabo.
La pereza sobre todo tiene que ver con la negativa a aceptar
cualquier responsabilidad acerca de los males que aquejan a la sociedad. En
este apartado, automáticamente identificamos a los que consideramos más
culpables de la situación, como pueden ser, los gobernantes, las empresas, los financieros,
en general, todo colectivo… justificando
siempre nuestras acciones particulares.
En la cuestión del cambio climático, tan en boga hoy en día, nadie
quiere entrar de lleno en la “evidencia” (los grandes intereses económicos
particulares lo paraliza), para dar una respuesta clara y contundente de forma
generalizada, a pesar de que todas las alarmas mundiales están advirtiendo de
que hay que tener: precaución y prevención.
Según un famoso astrofísico británico, la humanidad ha entrado en
un periodo cada vez más peligroso y corre ya el riesgo de desaparecer de
nuestro planeta, señalando tres problemas provocados por los propios seres
humanos y que pueden acabar con nuestra especie, o al menos, con gran parte de
ella: el cambio climático, una guerra mundial nuclear o biológica, o el choque
de un asteroide.
Sin embargo, muchas personas comunes, que podríamos hacer tanto,
simplemente cambiando nuestros hábitos de vida, no nos comprometemos con esta
causa por la pereza de renunciar a la inercia del derroche, o desenfreno hacia
el libertinaje.
Una vez más, nos justificamos a través de la inutilidad del
esfuerzo:¿de qué sirve que yo haga el esfuerzo de cambiar, si los demás no lo
hacen?.
Con esta infección generalizada del “ordenador cerebral” se ha
formado un movimiento social etéreo, que yo denomino como “lógicos tontos”, el
cual reivindica o reclama enérgicamente cuando se siente afectado por una norma
restrictiva, pero hacen total dejadez por la falta de respeto a los derechos
comunes existentes, eludiendo toda responsabilidad particular y personal en el
mantenimiento común de nuestro entorno de convivencia...irremediablemente, todo
Derecho, debe llevar aparejado una “Obligación”, o al menos, una
Responsabilidad en el ejercicio de ese mismo Derecho.
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