En estas fechas de mensaje de la fe cristiana, traigo a colación el tema de la religión
católica partiendo del nuevo concordato y la constitución de 1978, que define a
España como un estado aconfesional, reconociendo a la Iglesia católica como una
institución con la que el Estado ha de tener una relación especial, y en unos momentos
en los que el laicismo vuelve a ser tema de
actualidad en los medios de comunicación, en las declaraciones de los políticos
y en el debate cultural.
La Conferencia Episcopal Española (CEE), aparentemente controlada
por el sector más conservador, no desconoce la gravedad de una situación que
sus portavoces atribuyen a diversos factores: desde el anticlericalismo oficial
y las críticas de determinados medios de comunicación, hasta las perturbaciones
internas causadas por teologías deficientes.
En los últimos años, y más concretamente en el periodo
transcurrido desde el año 2008 hasta la fecha de hoy, la Conferencia Episcopal
Española, en nombre de la Iglesia católica, ha demostrado que tiene capacidad
para concentrar, en manifestaciones reivindicativas de derechos civiles por su
fe, en jornadas reivindicativas de derechos familiares según su acepción de
familia única, o jornadas mundiales de la juventud, desde cientos de miles de
personas adultas, hasta cerca de los dos millones de jóvenes peregrinos que se
dice han acudido al acto de Cuatro Vientos, con ocasión de las recientes
jornadas pastorales del Papa Benedicto XVI celebradas en Madrid (2011)…sin
embargo, las iglesias católicas ven como paulatinamente va disminuyendo la
asistencia cotidiana a las mismas, de los que consideran son sus feligreses.
Normalmente los feligreses que acuden a la Eucaristía son personas
con edad superior a los 50 años y mayoritariamente forman parte de los católicos de la etapa política anterior, en el que era obligatoria
tal religión, por ser considerada la única verdadera.
Por tanto, ciudadanos españoles, creyentes y no creyentes de un
Dios creador del ser humano, pero sí miembros representantes en el
funcionamiento del crecimiento y desarrollo de la sociedad española, procurad
rebajar el énfasis que se pone en la defensa de la fe, y tened en cuenta que
ningún ser humano, ni siquiera ninguna institución formada por seres humanos, tiene
la potestad sobre la “Verdad Absoluta”.
No olvidemos nunca que lo que el mundo en general, y nuestra
sociedad española en particular, necesita por encima de todo de forma
conmovedora, es el ejemplo.
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