Con la llegada de la Democracia a nuestra sociedad, la mujer
recuperó los derechos personales concedidos por la II República, de los cuales
habían sido desposeídos durante la etapa franquista, dejándolas simplemente con
el papel de esposa y madre.
La Constitución de 1978 devolvió los derechos de Libertad e
Igualdad, así como el derecho al Voto, en las mismas condiciones que el sexo
masculino.
Sin embargo, la posterior incorporación masiva de la mujer al
mundo laboral no se ha traducido en un reparto equitativo de las tareas
domésticas, ni en sus oportunidades para descansar y disfrutar de momento de
ocio.
Aunque se ha conseguido un mayor equilibrio, la brecha abierta
durante esta etapa franquista no se ha resuelto a día de hoy.
El afán del sexo femenino por alcanzar la igualdad en todos los
campos sin renunciar a sus deseos, a la maternidad, al cultivo de la intimidad,
de los afectos...está aún lejano, pero afortunadamente más cerca.
Falta para ello, el llevar a cabo la revolución pendiente, que es
la del hombre y la mujer de forma individual, pero juntos en los objetivos
comunes.
Para empezar, decir que para poder lograr alcanzar la máxima cuota
posible de Igualdad de géneros, debemos partir de la premisa de que somos
géneros Desiguales.
Para avanzar juntos el ser masculino y el ser femenino, con el fin
de crear un mundo distinto, debemos tener en cuenta que partimos de un punto de
partida distinto (valga la redundancia), como es el cinco por ciento de particularidad
que diferencia a ambos sexos...
a partir de aquí debe ser equitativo para ambas partes los términos de Igualdad
y Libertad.
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