Recientemente, en muy poco tiempo se ha producido un cambio sustancial en el seno de la Iglesia Católica Romana, pues en un hecho histórico el Papa Benedicto XVI dimitió de su cargo renunciando a su pontificio "Por falta de rigor en el cuerpo y en el espíritu para dirigir la barca de Pedro", según sus propias palabras.
Sin embargo, el comentario generalizado es que el papa "pegó un portazo, asqueado e impotente, para dar paso a otro pontífico con más fuerza y aguante para enfrentarse a los problemas de índole sexual y de finanzas existentes en la curia vaticana".
Para llevar a cabo esta regeneración de la Iglesia, los cardenales eligieron como nuevo Papa a un argentino que ha elegido el nombre Francisco para su pontificio, el cual se presenta como una persona austera y sencilla que renuncia a gastos supérfluos, que practica la caridad y denuncia el sistema injusto de nuestra sociedad en crisis.
En definitiva, han elegido un Papa que debe hacer frente a los nuevos retos que se le presenta a la Iglesia:
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En sus primeras palabras como pontífice ante los cardenales, indicó que las tres líneas de la Iglesia son "caminar, edificar y proclamar".
También añadió que "cuando caminamos sin la Cruz, cuando edificamos sin la Cruz y cuando confesamos a un Cristo sin Cruz, no somos discípulos del Señor, somos mundanos, somos obispos, sacerdotes, cardenales, papa, pero no discípulos del Señor".
En mi opinión personal como cristiano universal, estoy de acuerdo con lo expresado por el Papa sobre la importancia de la Cruz, pero entiendo que al Señor debemos bajarlo ya de la Cruz para mostrarlo con todo su esplendor de Vida porque El venció a la Muerte.
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