La consecuencia más evidente y palpable de la grave
degradación en el funcionamiento del sistema democrático (debido a nuestro
comportamiento social), que con tanta
ilusión y esperanza fue aceptado mayoritariamente por la población española,
con la aprobación de la Constitución en vigor, es que los pilares básicos para
su crecimiento y desarrollo se encuentran actualmente muy debilitados: las
inter-relaciones afectivas y respetuosas
entre familiares, amigos, compañeros y conocidos.
A nadie se le esconde, que las tonterías y complicaciones más
visibles hoy en día, son: discutir con muchísimo ardor, hablar por los codos,
meter las narices en todos los conflictos aunque no le vengan a cuento,
defenderse airadamente sin contemplación alguna, no querer escuchar a nadie que
no le dé la razón, criticar todo lo que se mueve, y pretender que todos bailen
al son del propio humor que uno marca.
Por todo ello, las tensiones, los intereses encontrados y los
conflictos personales parecen inevitables, y cada vez más, afloran con mucha
mayor frecuencia las peleas verbales y las agresiones físicas para dirimir
estas cuestiones discrepantes entre los miembros de mi sociedad cotidiana
canaria y de la sociedad española en
general.
Debido a la forma particular que hemos tenido en la
aplicación de los principios democráticos de Libertad, Igualdad y Justicia,
tomándonos Derechos a espaldas de nuestros referentes, hoy en día nos
encontramos con que las dos clases de reacciones que tenemos generalmente con
los prontos personales cuando nos sentimos tocado, atacado o contrariado son:
reaccionar violentamente con toda clase de reproches (atacar) o dejar plantad@
a la otra persona sin más explicaciones (huir).
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