Con la llegada del sistema democrático, este pilar social se
ha visto seriamente afectado en sus entrañas, pues si bien durante la etapa
franquista el tejido productivo estaba concentrado en el sector primario y en
la industria y gran empresa, cuya propiedad se encontraba en manos de grupos
familiares consanguíneos, cuyos intereses particulares estaban muy protegidos
por el Estado al no permitir excesiva competitividad entre las empresas ni
entre sus trabajadores, y poner innumerables trabas burocráticas a las empresas
extranjeras para entrar en el mercado de consumo interno, los empleados permanecían
durante muchos años en la misma empresa, casi comenzando y acabando su vida
laboral en ésta, lo que hacía que se considerasen una familia laboral, con un
total respeto y entrega a sus patronos.
Con la implantación del sistema capitalista (libertad
comercial total sin trabas) que produjo el desembarco masivo en nuestro mercado
de las grandes multinacionales del sector servicio, con una gran expansión de
la competitividad comercial, revolucionando el mercado laboral imponiendo un
nuevo modelo de funcionamiento entre los compañeros de trabajo, fue
debilitando las inter-relaciones personales entre los mismos, porque estas
perjudicaban a los intereses particulares de las empresas… según entendían los
miembros de sus cúpulas ejecutivas.
Esto ha producido que el sentimiento familiar por pertenecer
durante mucho tiempo a una misma empresa, esté casi extinguido hoy en día, quedando
únicamente el ánimo particular por salvar el puesto de trabajo a costa de lo
que sea, mirando exclusivamente la defensa de sus intereses personales…empobreciéndose
la cotidianidad de la familia laboral.